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sábado, 15 de julio de 2017

Adicción a las redes sociales: Su mal uso afecta a la felicidad

Por: Irene Cirvida .
    
No saber gestionar el uso que hacemos de las redes sociales puede conllevar numerosas consecuencias negativas como, por ejemplo, perjudicar a nuestras relaciones personales y a nuestra concentración, o provocarnos estrés y ansiedad. 

Que las redes sociales han cambiado nuestras vidas es algo evidente. Es raro que a día de hoy la gente no tenga un perfil en Facebook o Twitter, sobre todo entre personas jóvenes.
No solo usamos las redes para comunicarnos de una manera rápida y efectiva. Hace tiempo que estamos enganchados y sentimos la necesidad de vivir 'conectados' continuamente.
Mucha gente ya no concibe su vida sin compartir absolutamente todo lo que hace o sin exhibir sus fotografías a través de Facebook, Twitter e Instagram, que son las tres más utilizadas en todo el mundo.

A la larga este tipo de actitudes pueden terminar resultando perjudiciales. Abusar de estas herramientas o hacer un mal uso de ellas pude generarnos innumerables problemas. Por ejemplo, pueden hacernos perder la atención y descuidar otras tareas más importantes.

Si la cosa va más lejos y desarrollamos dependencia a internet y, en concreto, a las redes sociales podemos encontrarnos con situaciones muchos más graves como la ansiedad o la tristeza.

CÓMO NOS PERJUDICA ABUSAR DE ELLAS

Un estado de conexión permanente "provoca inquietud, falta de concentración y alteraciones del ánimo", asegura la psicóloga Begoña Carbelo. Hay gente que no es capaz de desconectar nunca y la idea de pasar tan solo un día sin poder acceder a sus perfiles para actualizarlos o para 'ponerse al día' les parece algo totalmente imposible.

Cuando llegamos a este extremo, es más que probable que tengamos un problema que a la larga terminará afectando a nuestro día a día. "Si una persona no es capaz de renunciar y centrarse en otras cosas, puede verse afectada su capacidad para disfrutar", advierte la psicóloga. Pero además, también puede deteriorase nuestra capacidad para estar con otras personas y para relacionarnos.

Como consecuencia de todo lo anterior, aquellos que han desarrollado un alto grado de dependencia de las redes sociales, pueden terminar sufriendo estados de ansiedad y estrés que, en muchas ocasiones, lleguen incluso a alejarlos de la felicidad. Y es que, en el peor de los casos "al final de la ansiedad suele estar la depresión", añade Begoña Carbelo.

LA ADICCIÓN A LAS REDES SOCIALES EXISTE

Actualmente estamos conectados las 24 horas del día. Cuando vamos en el metro, en una sala de espera, en clase, o incluso cuando has quedado con un grupo de amigos... la escena que suele repetirse es la de gente que no es capaz de desviar la mirada de sus 'smartphone' ni siquiera un minuto.

Esto es un síntoma clarísmo de que la adicción a lar redes sociales está ahí, ya que, como explica Begoña, podemos hacernos adictos a muchas cosas. En cuanto a las redes sociales, se trata de "un uso anormal en términos de intensidad y frecuencia de uso, que puede llegar a alterar el disfrute y la vida cotidiana".

Según explica la psicóloga, que además es profesora en el Centro Universitario de Ciencias de la Salud San Rafael-Nebrija, las adicciones surgen cuando "nos acostumbramos y vinculamos a las cosas porque nuestra red de neuronas emite sustancias químicas, y nos hacemos adictos a las emociones que generan". Lo que suele ocurrir con las redes sociales es que nos enganchamos porque en ellas solo se suele proyectar lo positivo, o porque nos producen gratificación o buenas sensaciones casi al instante.

El sector más propenso a caer en esta tipo de adicción es el de los menores y los jóvenes, ya que "no han aprendido a regular aún sus emociones", asegura. Además, recuerda que si aparecen "síntomas como la falta de atención, la alta dispersión, o la incapacidad de alejarse del móvil" puede ser señal de alarma.

APRENDER A GESTIONARLAS ES BENEFICIOSO


Aprender a hacer un buen uso de las redes sociales es fundamental y puede mejorar nuestra vida mucho más de lo que nos pensamos. Es innegable que estas herramientas también tienen aspectos muy positivos, como por ejemplo estar informados o poder mantener el contacto con algunas personas a las que no podemos ver habitualmente.

Hacer un uso controlado de las redes sociales nos aporta beneficios, normalmente asociados con "tener una mejor atención y concentración y, consecuentemente, un mejor rendimiento", comenta Carbelo. Lo mejor de todo es que el estrés que sufrimos durante nuestra vida cotidiana se verá reducido considerablemente si aprendemos a gestionar el tiempo y la dedicación que les solemos dar.

Algunos de los consejos que da la profesora universitaria para mejorar nuestra relación con las redes sociales son los siguientes:

- Ponernos unos horarios para atender tanto a las redes sociales como al email.
- Intentar organizar nuestro tiempo de ocio al margen de ellas.
- Ser capaces de olvidarnos, un rato cada día, del móvil y nos estar consultándolas continuamente.

Begoña Carbelo ha encabezado junto al sociólogo Javier de Rivera el experimento 'Desconectados', para estudiar cómo nos afecta el uso excesivo de las redes sociales. Para ello, 'desconectaron' durante dos semanas a dos jóvenes de cualquier tipo de conexión a internet, redes sociales y Whatsapp y analizaron sus reacciones.

lunes, 10 de julio de 2017

¿Cómo se reza? – El Rosario del Señor de la Misericordia

Rosario del Señor de la Misericordia

Se comienza rezando las siguientes oraciones:
Padre nuestro
Dios te salve
Credo
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Falleciste Jesús pero el manantial de la vida brotó para las almas y se abrió el océano de tu infinita misericordia para el mundo entero, o fuente de vida insondable misericordia de Dios en vuelve el mundo entero y verterte sobre nosotros.
En lugar del padre nuestro se rezara esta oración las 5 veces correspondiente a los misterios
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Dios eterno yo te ofrezco: el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de tu amadísimo hijo nuestro Señor Jesucristo, en expiación de nuestros pecados y los del mundo entero.
Y en lugar del Dios te salve se rezara la siguiente oración las 10 veces correspondientes a cada misterio
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Por su dolorosa pasión, ten piedad y misericordia de nosotros y del mundo entero.
Después se repite 3 veces las siguientes oraciones
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Santo Dios, santo fuerte, santo inmortal. Ten piedad y misericordia de nosotros y del mundo entero. 
Oh sangre y agua que brotaste del sagrado corazón de Jesús como una fuente de misericordia para nosotros. Yo confió en ti.
Oración final

Dios eterno cuya misericordia es infinita y en quien los tesoros de la compasión son inagotables, míranos bondadosamente y auméntanos tu misericordia. En fin de que en los momentos difíciles ni desesperemos, ni nos desalentemos, Sino que con la máxima confianza nos sometamos a tu santa voluntad, que es el amor y la misericordia misma.  
Amén

La luz de Francisco.


La oración que debería hacer todo el que sirve en la Iglesia.

Por: Padre Sam.

Coros, lectores, ministros, Delegados de la Palabra, catequistas, acólitos, MFC,  liturgia, diáconos, sacerdotes… etc., son muchos los que prestan su servicio en el altar, y se puede caer en la tentación de, precisamente por tratarse de un servicio a la vista de todos, querer sobresalir, y no hacerlo en vistas a Dios, sino para quedar bien con la gente. Por eso, estas “letanías de la humildad” son una excelente propuesta para todo aquél que presta un servicio en la Iglesia.

Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón parecido al tuyo.

(Después de cada frase decir: Líbrame, Señor)

Del deseo de ser alabado,
del deseo de ser honrado,
del deseo de ser aplaudido,
del deseo de ser preferido a otros,
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aceptado,
del temor a ser humillado,
del temor a ser despreciado,
del temor a ser reprendido,
del temor a ser calumniado,
del temor a ser olvidado,
del temor a ser ridiculizado,
del temor a ser injuriado,
del temor a ser rechazado,
(Antes de cada frase decir: Concédeme, Señor, el deseo de…)
que otros sean más amados que yo,
que otros sean más estimados que yo,
que otros crezcan susciten mejor opinión de la gente y yo disminuya,
que otros sean alabados y de mí no se haga caso,
que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil,
que otros sean preferidos a mí en todo,
que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda.
De ser desconocido y pobre, Señor, me alegraré,
De estar desprovisto de perfecciones naturales de cuerpo y de espíritu.
… que no se piense en mí,
que se me ocupe en los empleos más bajos,
que ni se dignen usarme,
que no se me pida mi opinión,
que se me deje el último lugar,
que no me hagan cumplidos,
que me reprueben a tiempo y a destiempo,
bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia,
porque suyo es el Reino de los Cielos.

Oración:
Dios mío, no soy más que polvo y ceniza. Reprime los movimientos de orgullo que se elevan en mi alma. Enséñame a despreciarme a mí mismo, Vos que resistís a los soberbios y que dais vuestra gracia a los humildes. Por Jesús, manso y humilde de Corazón. Amén.

Estas letanías las escribió el cardenal Rafael Merry del Val, quien fue Secretario de Estado de san Pío X de 1903 a 1914, y son una excelente oración para hacer antes de prestar un servicio en el altar, para que todo lo que hagamos lo hagamos para honra y gloria de Dios.






“Yo declaro, yo decreto…”. ¿Es correcto ese tipo de oración? | Sacerdote explica.


Por: Pbro. Edgardo Rodríguez.

En ciertos círculos cristianos fuera de la Iglesia Católica, e incluso en algunos grupos cristianos católicos, parece estar de moda un tipo de “oración” en la que, con la finalidad de obtener beneficios sobre todo materiales o curación de enfermedades, las personas “declaran” o “decretan” ya sea prosperidad material, obtención de algún trabajo, curación, etc. para ellos mismos, para sus seres queridos o para otras personas que les piden orar por ellos. Conviene preguntarnos: ¿es correcto ese tipo de oración? ¿Se apega o no, a lo que Jesús nos enseña en el Evangelio?

Primero que todo, recordemos que Jesús sobresale en los Evangelios como un hombre de oración. Frecuentemente, los evangelistas nos lo presentan orando, y San Lucas resalta más que los demás, esta actitud del Maestro. Toda la vida de Jesús se enmarca en su experiencia de la oración. Jesús ora cuando va a tomar una decisión importante, como en la elección de los doce apóstoles (Lc. 6, 12-16); se retira frecuentemente a orar (Lc. 5, 16); aconseja a sus discípulos acerca de la necesidad de orar siempre y en todo momento (Lc. 18, 1). Jesús enseña a los suyos a orar (Lc. 11,1) y les invita a no imitar la actitud soberbia de los fariseos sino a dirigirse a Dios con humildad (Mt. 6,5-8).

Y es que la oración del Maestro no es soberbia ni pretenciosa: es ante todo humilde, y es un signo de reconocimiento de la grandeza de su Dios y Padre, que es también nuestro Dios y Padre (Jn. 20, 17). Es impactante observar cómo el Hijo de Dios, siendo Dios él también, acude a su Padre con esta humildad y reconoce que necesita estar en esa íntima comunión de vida y amor con su Padre.

Por otra parte, Jesús invita también a los suyos a la confianza: “pidan y recibirán” (Mt 7,7-8). Pero esta confianza no debe estar reñida con la actitud de humildad que Jesús recomienda a los suyos y que identifica su propia oración; pues por sobre todo está el someterse a la voluntad del Padre. En el momento de su máxima agonía el Señor repite incesantemente estas palabras: “Padre, si es posible aparta de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Mt 26, 39 y también en los versículos 42 y 44).

Entonces, si nos detenemos a comparar el estilo de oración de Jesús, que Él recomendó a los suyos, con la actitud de aquellos que siguiendo modas ajenas a nuestra fe “declaran” o “decretan” ya sea beneficios materiales o espirituales, prosperidad, curación, etc., nos damos cuenta que están muy alejados de lo que Jesús enseñó a los suyos con su mismo ejemplo de humildad y sometimiento a la voluntad de su Padre.

Ni Jesús ni la Iglesia nunca nos han enseñado a declarar y/o decretar. Es más, la Iglesia en sus oraciones litúrgicas se dirige al Señor en actitud de súplica, tal como lo observamos en las oraciones de la celebración de la Santa Misa, los Sacramentos y la Liturgia de las Horas.

Por otra parte, algunos también en sus oraciones utilizan las frases “yo ato” o “yo desato”, según ellos haciendo uso de la autoridad que el Señor otorgó a su Iglesia de “atar y desatar” (Mt. 16, 19). Esta autoridad la otorgó el Señor a Pedro, y la ejerce válidamente el Santo Padre, sucesor de Pedro, y el colegio de los Obispos, en comunión con el Santo Padre. Y los fieles en humildad y en la obediencia de la fe, nos sometemos a la autoridad de aquellos que nos presiden y apacientan, como el pastor a su rebaño.

Finalizamos entonces, afirmando que no es correcta la oración en la que se pretende declarar, decretar, atar o desatar. Es más, creo que ni siquiera puede llamarse oración. No confundamos la confianza a la que nos invita el Maestro con la pretensión o la soberbia de creernos todopoderosos.