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jueves, 7 de septiembre de 2017

Cinco cosas que debes saber sobre el papa Juan XXIII

Fuente: CNN en Español, CNN

1. Nació en la pobreza estaba orgulloso de ello

Angelo Giuseppe Roncalli, el hombre que se convertiría en el Papa Juan XXIII, fue el tercero de los 13 hijos sobrevivientes de una familia de campesinos en el pequeño pueblo de Sotto il Monte, cerca de Bérgamo, en el norte de Italia en noviembre de 1881.

Roncalli se fue de casa para estudiar para el sacerdocio a los 11 años, pero incluso después de que se convirtió en Papa en 1958 a la edad de 76 años él evitó las trampas de su posición, y se negó a beneficiarse de ella, tanto para sí mismo como para su familia.

En su última voluntad y testamento, el Papa Juan XXIII escribió: "Nacido pobre, pero humilde y respetado, estoy particularmente contento de morir pobre. Doy gracias a Dios por esta gracia de la pobreza a la que juré fidelidad en mi juventud ... que me ha fortalecido en mi determinación para nunca pedir nada -dinero o favores- ni para mí, ni para mis familiares y amigos".

Cuando Juan XXIII murió en junio de 1963 fue llorada en todo el mundo como "Il Papa Buono" ("El Papa Bueno"). Dejó de su "fortuna" personal a sus familiares que le sobrevivieron menos de 20 dólares para cada uno.

2. Salvó la vida de los Judíos que huyeron de los nazis

Roncalli abandonó su formación religiosa durante la Primera Guerra Mundial para servir como asistente médico y luego como capellán militar.
Durante la Segunda Guerra Mundial Roncalli, entonces arzobispo, ocupaba el cargo de jefe de la misión diplomática del Vaticano en Turquía, y fue diplomático del Vaticano en Grecia.

Mientras estuvo allí, salvó las vidas de muchos Judíos que huyeron del Holocausto, proporcionándoles visados ​​de tránsito y otros documentos vitales que les permitieron salir de Europa.

En reconocimiento a sus esfuerzos, la Fundación Internacional Raoul Wallenberg ha pedido a Yad Vashem, el monumento oficial a las víctimas judías del Holocausto, que incluya el nombre de Juan XXIII como uno de los "Justos entre las Naciones", que no son Judíos y son reconocidos formalmente por arriesgar sus vidas para salvar Judíos.

Una vez que se convirtió en Papa, Juan XXIII trabajó para mejorar las relaciones entre católicos y otras confesiones; una de sus reformas fue eliminar la frase "Judíos pérfidos" de la tradicional oración del Viernes Santo.

3. Estrictamente hablando, él no fue el primer Papa Juan XXIII

Ese honor pertenece al cardenal Baldassare Cossa, el primero de una serie de pretendientes al trono papal a finales de los siglos XIV y XV, cuando la Iglesia Católica Romana se dividió por el Cisma de Occidente.

La división, que duró desde 1378 hasta 1418, vio cómo Papas rivales eran elegidos por facciones opuestas de la iglesia. Cossa fue nombrado Papa Juan XXIII en 1410, pero se vio obligado a abdicar -junto a los papas Gregorio XII y Benedicto XIII- cinco años después de resolverse la brecha.

Hoy en día, el Papa Gregorio XII se considera el único y verdadero pontífice de aquel periodo: Benedicto XIII, Juan XXIII y su antecesor Alejandro V son todos considerados como "antipapas", razón por la cual Roncalli se convirtió en Juan XXIII, y no a Juan XXIV, cuando fue elegido Papa.

4. Tuvo un papel clave en la crisis de los misiles de Cuba

En octubre de 1962, con EE.UU. y Rusia al borde de la guerra nuclear, el Papa Juan XXIII contribuyó a que ambos países dieran marcha atrás instando al presidente John F. Kennedy y el líder ruso, Nikita Khrushchev, a que actuaran con moderación.

Durante un mensaje transmitido por la Radio Vaticana en el apogeo de la crisis, el Pontífice declaró: "Pedimos a los jefes de Estado que no permanezcan sordos al clamor de la humanidad:"¡Paz, paz!".

"He oído que [el mensaje] llegó a Khrushchev" dijo a CNN el cardenal Theodore McCarrick, arzobispo emérito de Washington. "El Papa busca la paz, y ¿por qué no ser un hombre de la paz? Bueno, voy a ser el hombre de paz", dijo según McCarrick.

Días después del discurso del Papa, Khrushchev comenzó a retirar los misiles rusos de Cuba, y desactivó la crisis. Meses más tarde, Juan XXIII publicó la encíclica "Pacem in Terris" (" Paz en la Tierra "), dirigida "a todos los hombres de buena voluntad", y pidiendo a las poblaciones del mundo que convivieran en armonía.

5. A diferencia de otros santos, el Papa Juan XXIII sólo realizó un milagro

En el marco del proceso de beatificación y canonización normal, una persona que ha vivido una vida santa y virtuosa se ​​declara primero "venerable", luego "bendecido" y finalmente es nombrado santo. Pero para ser candidato a la santidad debe demostrarse que han realizado dos milagros.

El Papa Juan Pablo II, que será canonizado al mismo tiempo que Juan XXIII, se dice que ha curado a una monja francesa de la enfermedad de Parkinson, y a una mujer de Costa Rica de un aneurisma cerebral.

Sin embargo, de Juan XXIII sólo se ha acreditado un milagro. En cambio, la decisión de canonizar se basa en su enorme popularidad, y en su papel como el "fundador" del Concilio Vaticano II (Vaticano II), según los expertos.

"Ya era un milagro certificado para su beatificación en 2000" dijo el analista del Vaticano John Allen a CNN en septiembre de 2013. "El Papa Francisco ha decidido que puede ir directamente a la santidad".

De hecho, algunos dirían que su canonización es ya un hecho desde hace mucho tiempo.


En su entrada en la Enciclopedia Británica se señala: "El pontífice se convirtió en una especie de figura paterna para el mundo". Y añade "Si se mantuviera la costumbre antigua de canonización popular que aún estaba en vigor en 1963, probablemente él habría sido nombrado santo inmediatamente por la muchedumbre llorosa que se reunió en la Plaza de San Pedro, cuando se anunció su muerte".

25 razones para agradecerle a tu amigo sacerdote. No esperes más.

Fuente: www.padresam.com
En la actualidad, el mundo está al pendiente de “descubrir” toda falla posible de la Iglesia, todos se escandalizan ante las fallas de los sacerdotes (¡y cuando es justo, así debe ser!); sin embargo, la Iglesia también está llena de sacerdotes que sí son fieles a su llamado… ¿te has detenido a darle gracias a Dios por nuestros sacerdotes? Aquí te damos 25 motivos por los cuales darle las gracias a tu amigo sacerdote.

Gracias por existir.
Gracias por su sí a Dios.
Gracias por sus manos ungidas con las que nos regala a Cristo en cuerpo y Sangre.
Gracias por ser Ministro de Cristo.
Gracias por cada Eucaristía vivida con amor.
Gracias por cada absolución.
Gracias por sus desvelos.
Gracias por sus homilías.
Gracias por sus regaños (aun cuando me hicieron enojar).
Gracias por sus consejos.
Gracias por mostrarnos a Cristo a través d su imperfección.
Gracias por no tirar la toalla.
Gracias por cada Cuaresma.
Gracias por cada Pascua.
Gracias por su lucha constante.
Gracias porque aun cuando no ha querido, usted ha permanecido fiel.
Gracias por pensar primero en nosotros que en usted.
Gracias por la paciencia (sí, admitimos que solemos molestar mucho).
Gracias por su Amor a la Iglesia y a nosotros.
Gracias porque Dios se ha valido de usted para llevarnos como su rebaño al cielo.
Gracias por elegir el camino menos transitado solo por Amor.
Gracias por cada renuncia en nombre de Dios.
Gracias por rezar por nuestra salvación.
Gracias por su amistad.
¡¡Gracias por ser sacerdote de Cristo‼
Los amamos. Rezamos por ustedes. Gracias, por tanto.
Con amor,  Lisseth Cruz Bonilla y Karla Estrada Navarro.

Los bienes y las exigencias del amor conyugal

El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable.

Fuente: catholic.net/catecismo de la iglesia.

El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona -reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad-; mira una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos

Unidad e indisolubilidad del matrimonio

El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" .

"Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total". Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la Eucaristía recibida en común.

"La unidad del matrimonio aparece ampliamente confirmada por la igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor". La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo.

La fidelidad del amor conyugal

El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. "Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad".

Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo.

Puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano. Por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama con un amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que les conforta y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. Los esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial.

Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta situación difícil, la mejor solución sería, s i es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble.

Hoy son numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo ("Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio": que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento de la penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia.

Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de aquellos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados:

Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios.


La apertura a la fecundidad

"Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación":

Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: "No es bueno que el hombre esté solo, y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer", queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: "Creced y multiplicaos".

De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más.

La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos. En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida.

Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.

Natividad de la Santísima Virgen, 08 de Septiembre.

Natividad de la Virgen María.
Fiesta de la Natividad de la bienaventurada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado.

Un anticipo y anuncio inmediato de la redención obrada por Jesucristo es el nacimiento de su Madre la Virgen María, concebida sin mancha de pecado, llena de gracia y bendita entre todas las mujeres.

En Jerusalén, en la Iglesia de Santa Ana. La primera fuente de la narración del nacimiento de la Virgen es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, que coloca el nacimiento de la Virgen en Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios entre los años 400 y 600.

Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado la tradición.

La fiesta de la Natividad de la santísima Virgen surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el s. v. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Los tres enemigos del alma… y cómo combatirlos.


Por: Lisseth Cruz Bonilla

Si hay algo que tiene el demonio es que trabaja sin cesar, busca todas las maneras de hacernos caer en la tentación, utiliza todos los medios posibles para hacernos caer y alejarnos de la gracia de Dios. La Escritura menciona cuáles son los tres enemigos del alma (el demonio, el mundo y la carne), y hoy queremos recordarte cómo enfrentarlos.

Si Cristo, el hijo de Dios, Santo, el libre de toda culpa y pecado, que no tenía inclinaciones al pecado, fue acechado por el demonio… cuánto más nosotros los seres humanos que somos frágiles, débiles, inclinados naturalmente al mal por la herida del pecado original (Mt. 4, 1-11).
  1. El demonio con sus tentaciones, engañando con apariencias de bien. Éste ataca espiritualmente de tres maneras:
  • Insinuaciones: el demonio conoce las debilidades de cada uno, pues nos persigue continuamente por lo tanto pone lo que sabe que nos hace caer en el pecado a causa de esa debilidad. Utiliza los sentidos y los pensamientos para poner deseos de pecar. Nos hace desear cosas desagradables a los ojos de Dios, para alejarnos de él y que nos condenemos.
  • Obsesiones: cuando el demonio se instala en la mente con pensamientos y seguridades mal sanas. Son mentiras que el enemigo utiliza para engañar, o verdades que las desfigura para hacernos daño.
  • Posesiones: cuando hay contactos directos con los cultos satánicos o actos de brujería, guija el enemigo toma control del cuerpo y se instala visiblemente en la persona.
Es necesario descubrirlo, desenmascararlo, pues al encontrarse descubierto huye despavorido.
2. El mundo son los criterios relajados, costumbres corruptoras, ambientes pervertidos con sus atractivos, que tienen fuerza seductora. El mundo nos ofrece tantas alternativas muy atractivas que están fuera de la voluntad de Dios. Los vicios, las diversiones mal sanas, las amistades inadecuadas, estilos de vida licenciosos, celebraciones malvadas son platos que a la vista son deliciosos, pero que al probarlos son veneno para nuestras almas.
3. La carne con sus inclinaciones al pecado: el cuerpo busca la comodidad, la facilidad, la riqueza, el poder, las soluciones rápidas. Son nuestras debilidades puestas al servicio del mal y el pecado, es la gravedad que atrae hacia el mal. No nos referimos al cuerpo que es santo y templo vivo del Espíritu Santo, sino los deseos pecaminosos o concupiscencia de la carne.

¡Cuidado! Ante las tentaciones del demonio corremos un peligro terrible, pecar y volvernos amigos del mundo y enemigos de Dios. Cuando rechazamos su voluntad y nos adherimos a doctrinas esotéricas, horóscopos, celebraciones mundanas que rinden culto al mal y no al Dios de la vida, que nos ama y se entregó por nosotros, nos volvemos en su contra, peleamos contra él. Como dice la escritura el que no está con Él está contra Él (Mt 12,30). Además las supersticiones, las brujerías, los “males”, abren puertas al demonio y se cierran a Dios y a su gracia.

La única manera para salir victorioso de las seducciones del mal es permanecer en la gracia de Dios. Esto es por medio de una VIDA SACRAMENTAL ACTIVA, participando y buscando con necesidad los sacramentos, especialmente la CONFESIÓN y la SAGRADA COMUNIÓN. La Misericordia del Señor es infinita, si recurrimos a Cristo, Él no nos dejará desamparados, pues donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Romanos 5,20).

Además de vivir la gracia Sacramental es necesaria la Lectura de la Palabra de Dios y la Oración, pues estos medios son infalibles en la lucha contra las persecuciones del maligno pues como la escritura nos enseña “nos basta su gracia” (1ª Cor 7-9). Hagamos diariamente el salmo 141 para pedirle al señor no sucumbir ante las seducciones del mal.

Invoquemos diariamente la ayuda de nuestra Madre Santísima, ella venció los enemigos del alma y Dios puso enemistad entre Ella y el demonio. Si vamos con María, ganaremos la batalla, ya que el demonio no soporta ni escuchar su nombre. Invoquemos también a nuestro Ángel de la Guarda y a San Miguel Arcángel para que nos ayuden a vencer.