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miércoles, 6 de septiembre de 2017

Los tres enemigos del alma… y cómo combatirlos.


Por: Lisseth Cruz Bonilla

Si hay algo que tiene el demonio es que trabaja sin cesar, busca todas las maneras de hacernos caer en la tentación, utiliza todos los medios posibles para hacernos caer y alejarnos de la gracia de Dios. La Escritura menciona cuáles son los tres enemigos del alma (el demonio, el mundo y la carne), y hoy queremos recordarte cómo enfrentarlos.

Si Cristo, el hijo de Dios, Santo, el libre de toda culpa y pecado, que no tenía inclinaciones al pecado, fue acechado por el demonio… cuánto más nosotros los seres humanos que somos frágiles, débiles, inclinados naturalmente al mal por la herida del pecado original (Mt. 4, 1-11).
  1. El demonio con sus tentaciones, engañando con apariencias de bien. Éste ataca espiritualmente de tres maneras:
  • Insinuaciones: el demonio conoce las debilidades de cada uno, pues nos persigue continuamente por lo tanto pone lo que sabe que nos hace caer en el pecado a causa de esa debilidad. Utiliza los sentidos y los pensamientos para poner deseos de pecar. Nos hace desear cosas desagradables a los ojos de Dios, para alejarnos de él y que nos condenemos.
  • Obsesiones: cuando el demonio se instala en la mente con pensamientos y seguridades mal sanas. Son mentiras que el enemigo utiliza para engañar, o verdades que las desfigura para hacernos daño.
  • Posesiones: cuando hay contactos directos con los cultos satánicos o actos de brujería, guija el enemigo toma control del cuerpo y se instala visiblemente en la persona.
Es necesario descubrirlo, desenmascararlo, pues al encontrarse descubierto huye despavorido.
2. El mundo son los criterios relajados, costumbres corruptoras, ambientes pervertidos con sus atractivos, que tienen fuerza seductora. El mundo nos ofrece tantas alternativas muy atractivas que están fuera de la voluntad de Dios. Los vicios, las diversiones mal sanas, las amistades inadecuadas, estilos de vida licenciosos, celebraciones malvadas son platos que a la vista son deliciosos, pero que al probarlos son veneno para nuestras almas.
3. La carne con sus inclinaciones al pecado: el cuerpo busca la comodidad, la facilidad, la riqueza, el poder, las soluciones rápidas. Son nuestras debilidades puestas al servicio del mal y el pecado, es la gravedad que atrae hacia el mal. No nos referimos al cuerpo que es santo y templo vivo del Espíritu Santo, sino los deseos pecaminosos o concupiscencia de la carne.

¡Cuidado! Ante las tentaciones del demonio corremos un peligro terrible, pecar y volvernos amigos del mundo y enemigos de Dios. Cuando rechazamos su voluntad y nos adherimos a doctrinas esotéricas, horóscopos, celebraciones mundanas que rinden culto al mal y no al Dios de la vida, que nos ama y se entregó por nosotros, nos volvemos en su contra, peleamos contra él. Como dice la escritura el que no está con Él está contra Él (Mt 12,30). Además las supersticiones, las brujerías, los “males”, abren puertas al demonio y se cierran a Dios y a su gracia.

La única manera para salir victorioso de las seducciones del mal es permanecer en la gracia de Dios. Esto es por medio de una VIDA SACRAMENTAL ACTIVA, participando y buscando con necesidad los sacramentos, especialmente la CONFESIÓN y la SAGRADA COMUNIÓN. La Misericordia del Señor es infinita, si recurrimos a Cristo, Él no nos dejará desamparados, pues donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Romanos 5,20).

Además de vivir la gracia Sacramental es necesaria la Lectura de la Palabra de Dios y la Oración, pues estos medios son infalibles en la lucha contra las persecuciones del maligno pues como la escritura nos enseña “nos basta su gracia” (1ª Cor 7-9). Hagamos diariamente el salmo 141 para pedirle al señor no sucumbir ante las seducciones del mal.

Invoquemos diariamente la ayuda de nuestra Madre Santísima, ella venció los enemigos del alma y Dios puso enemistad entre Ella y el demonio. Si vamos con María, ganaremos la batalla, ya que el demonio no soporta ni escuchar su nombre. Invoquemos también a nuestro Ángel de la Guarda y a San Miguel Arcángel para que nos ayuden a vencer.

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